viernes, 26 de enero de 2007

Lightning Bolt: "Wonderful Rainbow" [Load, 2003] "Hypermagic Mountain" [Load 2005]

Hace poco, cuando partía a mi breve periplo por Italia, decidí meter en mi mp3 el último disco de una formación oscura y extraña a la par que freak, proveniente de Providence que me llamó la atención por su propuesta bajo-batería y por un sonido realmente aplastante. Los conocía indirectamente desde hace tiempo, sin embargo, por el tiempo unas veces y otras por las pocas ganas, nunca quise meterme de lleno en un grupo que, aviso, puede resultar indigesto. De hecho no guardaba muchas esperanzas de éxito, ya que aunque me guste el hardcore nunca me había enfrentado con su rama más dura, y el sonido del metal en general nunca había sido mi fuerte. Pero para mi asombro me encontré con un disco que tras capas y capas de ruido ensordecedor intentaba guardar una estructura melódica en sus canciones, pero desconfigurando el patrón “a más no poder”, así que la curiosidad me llevó a seguir rastreando hacia atrás en busca de las claves que habían dado con un disco tan anárquico y transgresor. Sólo puedo decir que de ese pequeño viaje por Italia vino el descubrimiento de dos de esas pequeñas joyas que por su contenido sabes que no te pueden llenar de alegría, más bien te vuelven más loco de lo que estás, pero que te dan cierta sensación de ser el único en el mundo que las posee. Tanto egoísmo me pareció excesivo, de ahí este pequeño acercamiento.

En un principio Lightning Bolt eran una bella trinidad formada por las enfermas cabezas de Brian Chippendale (batería), Hisham Baroocha (voces), y Brian Gibson (bajo), que no llegó ni al primer LP, quedando en “dualidad”, con el último en su papel y el primero llevando, además de la percusión, las voces; el segundo formaría más tarde Black Dice, otra joya de la experimentación más reciente. Sin embargo este grupo no empezó a ser conocido hasta la salida de su segundo LP Ride the Skies [Load, 2001], cuando la prensa musical independiente americana recayó sobre una propuesta terriblemente radical, que sin embargo a mi juicio necesitaba de mejores medios para su exposición completa. Pero lo cierto es que el aplauso no fue generalizado hasta la llegada de Wonderful Rainbow [Load, 2003], que sería seguido sin tanta unanimidad con Hypermagic Mountain [Load 2005] (este fue el que acompañó en mis andanzas por la Toscana y cercanías). Sobre estos dos últimos versará esta crítica, rompiendo un poco la línea de los artículos anteriores, pero es que me resulta bastante difícil hacer una división clara y evidente entre dos discos que, aunque con muchas diferencias, plantean bastantes ideas en común. Son terriblemente distintos, pero definir a este combo en la línea de uno de estos dos sería algo realmente incompleto, ambos ofrecen dos versiones muy distintas de lo que los chicos de Rhode Island son capaces de hacer.

Wonderful Rainbow presenta la cara más amable y cercana del grupo, si es que ésta existe, y por tanto la más rayana en el pop. Esto no es difícil de conseguir, sólo hace falta ser un poco melódico. El disco comienza con “Hello Morning”, tema de simple y pura introducción que sirve a Gibson pasa afinar su bajo y a Chippendale para calentar los músculos para la que se le viene encima. Y ni siquiera nos dejan un minuto para inundar los altavoces con “Assasins”, digamos que este tema es la carta de presentación del disco: bajo hiperdistorsionado haciendo las veces de guitarra en los agudos, batería con ritmos entre el free-jazz más enloquecido y el punk más insultante, que ordena un discurso melódico repetitivo poniéndole acentos; y una voz también distorsionada en exceso que más que cantar o declamar, ladra y aulla letras completamente incomprensibles entre tanto follón. A partir de aquí la media hora larga siguiente se convierte en puro alarde de inventiva y de explotación de esta fórmula. Pero esto no debe engañarnos, estos chicos saben lo que hacen y cómo darle una vuelta de tuerca más a su invento, eso si, no esperen facilidades. Eso se descubre en cuanto el ritmo quebrado de “Dracula Mountain” entra en escena con su versión hiperdecibeliada y completamente descontextualizada de ritmos balcánicos, música gitana como nunca sonó. Este es el tema sobre el que más peso puso la crítica en su momento, y su jaleo llegó a oídos de los Muse que hicieron una versión de la que sólo se tiene una grabación en directo que circula por la Red.

Con estos tres temas se cierra una primera parte del disco, y “Two Towers” abre la siguiente, de un corte mucho más épico, con melodías y partes más localizadas y un discurso más claro; que ocupa igualmente a “On Fire” y a “Crown of Storms”. De la primera destaca su juego de partes contrapuestas, introducción con Gibson luciéndose como no lo hace en todo el disco, un centro repetitivo en que Chippendale demuestra que distinta puede sonar una melodía si le aplicas ritmos distintos, y un final en el que estalla toda la rabia punk que pueden sudar estos engendros. Para un servidor el tema más completo del disco. El segundo marca un riff de tono western (algo así como un guiño a Morricone) que se completa con una batería más ceñida al programa; y el tercero bebe del sonido más metalero, ritmo muy marcado y Chippendale declamando, para dar a una parte melódica final asombrosa.

Y sin dejarnos respirar entra “Longstockings” como genial y sobrecogedor empalme con la tercera parte del disco, donde llevarán la fórmula a su total deconstrucción. Al principio parece que el tema va a ser más de lo mismo, pero pasados los dos primeros minutos todo empieza a descontrolarse, primero la caja, luego la batería y después el bajo. Anarquía, no hay reglas, la fisura se ha abierto y desde el patrón que es lo mejor, también otro tema a recordar. Después viene el tema homónimo del disco, que sirve como remanso de paz para los oyentes a los que este ejercicio les supere, el bajo con una dulce melodía sincopada y Chippendale tarareando. Poco dura, “30.000 Monkeys” entra arrolladoramente, poniendo a toda pastilla una rítmica compleja con melodía también zíngara y un toque épico hacia el final. El disco se cierra con su tema más pesado, “Duel in the Deep”. Distorsión, bajo de death metal y una batería que entra poco a poco inundando y poseyendo el tema de un modo infernal; anunciando lo que habría de sonar 2 años después. Porque lo cierto es que, aunque no se lo crean, esto es sólo el principio. Wonderful Rainbow, ya lo dije, es el menos experimental y oscuro del binomio que nos ocupa.

Hypermagic Mountain es otra historia. Lo que era complacencia y melodía aquí se torna oscuro y complejo, el ruido se convierte en el amo y señor del disco y la melodía desaparece casi por completo, eso si, lo que aquí se conforma como punto cable es el sonido, mucho más conseguido en este caso. Y da la sensación de que todo iba a seguir igual, o al menos eso parecía decir “2morro Morro Land”, riff setentero de la mejor cosecha azotado por la batería de un Chippendale en estado de gracia, que nos devuelve a lo que estábamos, uno de los temas más aconsejables de este combo a mi juicio para los no-iniciados. Junto a este “Captain Caveman” y “Birdy” continúan con una línea que busca beber más del rock y del metal, con riffs de bajo bien definidos y estructura sin muchos giros. En este disco la raíz es distinta y lo demuestran desde el principio.

Pero a partir de “Riff Wraths” la cosa se complica, el sonido sucio y oscuro de bajo empieza a tomar el control y la batería lo mantiene con los morros en el suelo. Al llegar a “Megaghost” se confirma completamente. Se han acabado los juegos, es hora de ver hasta donde da de sí esto, aunando épica y vanguardia en un tema que comienza con voz y bajo acoplados al unísono durante unos instantes antes de iniciar un latrocinio que va tomando forma poco a poco, para cambiar a los 3 minutos y medio y meter ritmos africanos en una mezcla que se desestructura por momentos para dar a parar a un final sin solución de continuidad; un tema de factura compleja y progresión bien ideada. Siguiendo con ejercicios, “Magic Mountain” nos pone escalas ascendentes que suben sin cesar acumulando la tensión hasta estallar, repetición del patrón y fin.

Y cuando creíamos que ya teníamos suficiente llega la joya, “Dead Cowboy”. Es imposible explicar de forma completa todo lo que este tema me sugiere. Sin duda es el tema más épico que estos desgraciados han parido, pero también es más completo y sólido, partes bien definidas por un virtuosismo que se nos escapa por momentos pero que sabe perfectamente lo que hace. A mi me pilló llegando a Madrid para coger el avión y desde entonces no escuche otra cosa en todo el viaje. Para empezar la estructura de riff de guitarra de ritmo en 4/4 sobre la que se va imponiendo poco a poco el bajo, que se imbrica perfectamente con la letra, un alegato en contra de la intervención de Bush en Afganistán. Tras unas notas de paso disonantes y la repetición del esquema, se llega al luminoso punto intermedio que nos lleva a la segunda parte del tema, en la que Gibson reinventa completamente el metal y hardcore a partes iguales. Ahora las fuerzas están equilibradas y el resultado es colosal; Chippendale está indescriptiblemente agudo con una caja que sólo puede provocar desmayo. Rompiendo todas las terminologías posibles, el jazz, el metal, el rock progresivo y el punk más enfermizo se aunan de una forma inimaginable. Junto con el tema de entrada, el que más se acerca al concepto del disco anterior.

Pero al disco le queda aún casi media hora. Tras quedarnos un poco atontados con lo que acaba de pasar, Lightning Bolt sigue ahondando. “Bizarro Zarro Land” nos presenta la otra cara de la moneda, la de un virtuosismo que no interviene junto sino que entra en competencia y que se extenderá a lo largo de los 3 temas siguientes; típico tema metalero de duelo que nos ofrece a estos dos muchachos completamente fuera de sí. “Mohawk Windmill” continúa en esta línea aunque con una definición más épica, dando el corte más largo del disco y puede que el menos conseguido a mi juicio, a los amantes del metal seguro que les agradará algo más. “Bizarro Bike” entra con Chippendale despotricando, para ofrecer el tercer acto de un combate que aquí está completamente desestructurado con un bajo esquizofrénico que se cree una guitarra (¿cómo se puede hacer eso con cuerdas tan gruesas? Esa es la cuestión).

Para finalizar dos temas, antítesis el uno del otro, que rompen completamente cualquier idea de estructura en el disco. El primero “Infinity Farm” tema acople que funciona como “Wonderful Rainbow” en su disco homónimo, la batería se calla para dejar un remanso de paz de pura armonía que sólo queda un poco zarandeado por unos acoples agudos que poco a poco van devolviéndonos a la locura y que Chippindale refrenda calentado motores; porque queda como postre “No Rest for the Obsessed” el último desmelene que acaba fracturado por un silencio que llega sin avisar y que nos deja sentados con los ojos como platos y un tanto confusos a causa del agotamiento.

Sin duda estos dos discos, cada uno a su modo, son reflejos de un proyecto sonoro único. Si bien es cierto que el tándem batería-bajo ya se alzó con éxito en tierra niponas con el fantástico combo Ruins, aquí las fuentes no son las mismas ni su aplicación tampoco. Lightning Bolt bebe del hardcore llevándolo a puntos que ni siquiera el post-hardcore más vanguardista consigue alcanzar. Esta dependencia se observa en el recurso melódico, al que deben agarrarse como un clavo ardiendo si quieren meterse estos dos discos entre pecho y espalda; concretamente la exposición se ciñe mucho al esquema rítmico, dibujando estructuras que recuerdan (y no soy el primero que lo dice) a Slint. Pero esto de post-rock tiene poco, demasiado visionario para ponerle etiquetas. Además estos chavales están impregnados de metal, lo que se demuestra en dos cosas, su arrollador sonido y su virtuosismo, ambas son piezas esenciales de su discurso; tanto que llegan a ser su única baza en muchos casos, sobre todo en Hypermagic Mountain. En cuanto a la actitud, destilan dejadez y transgresión punk por los cuatros costados (y no sólo en el sonido de batería asediada por los platos), esto se ve muy claramente en su forma de hacer directos, aspecto que han reformado quitando el escenario y poniéndose a la altura del público, que les rodea durante la velada; creando una mixtura entre una rave y un concierto de punk bastante curiosa. En definitiva un grupo con un proyecto estético total (porque las portadas son también obra Chippendale) del que Carducci estaría realmente orgulloso, siendo el combo de rock experimental actual que menos depende de medios más allá de los instrumentos, no todo es electrónica. Estando esto que se quite el decadente rock “indie” que nos rodea, esto si que destila algo que ya muy pocos saben conseguir, autenticidad. Sin duda, una de las grandes aportaciones a la postmodernidad musical que ha dado el rock.

Esta crítica no es más que un acto de exorcismo. Me es imposible recomendar estos discos, porque no creo que mucha gente pueda disfrutarlos, hay que estar demasiado enfermo. Si se atreven les diré que su escucha es realmente dura, tortuosa y espesa, más en el segundo caso que en el primero, pero si les gusta ya seremos dos. Eso sí, como les convenza no podrán parar de escucharlos.

[P.S: Saludos y disculpas por la tardanza en esta entrega, las navidades, los exámenes y sus movidas asociadas han tenido la culpa. Hasta más leer.]

[P.S. 2: Lo siento pero no puedo poner las portadas por problemas técnicos]