viernes, 26 de enero de 2007

Lightning Bolt: "Wonderful Rainbow" [Load, 2003] "Hypermagic Mountain" [Load 2005]

Hace poco, cuando partía a mi breve periplo por Italia, decidí meter en mi mp3 el último disco de una formación oscura y extraña a la par que freak, proveniente de Providence que me llamó la atención por su propuesta bajo-batería y por un sonido realmente aplastante. Los conocía indirectamente desde hace tiempo, sin embargo, por el tiempo unas veces y otras por las pocas ganas, nunca quise meterme de lleno en un grupo que, aviso, puede resultar indigesto. De hecho no guardaba muchas esperanzas de éxito, ya que aunque me guste el hardcore nunca me había enfrentado con su rama más dura, y el sonido del metal en general nunca había sido mi fuerte. Pero para mi asombro me encontré con un disco que tras capas y capas de ruido ensordecedor intentaba guardar una estructura melódica en sus canciones, pero desconfigurando el patrón “a más no poder”, así que la curiosidad me llevó a seguir rastreando hacia atrás en busca de las claves que habían dado con un disco tan anárquico y transgresor. Sólo puedo decir que de ese pequeño viaje por Italia vino el descubrimiento de dos de esas pequeñas joyas que por su contenido sabes que no te pueden llenar de alegría, más bien te vuelven más loco de lo que estás, pero que te dan cierta sensación de ser el único en el mundo que las posee. Tanto egoísmo me pareció excesivo, de ahí este pequeño acercamiento.

En un principio Lightning Bolt eran una bella trinidad formada por las enfermas cabezas de Brian Chippendale (batería), Hisham Baroocha (voces), y Brian Gibson (bajo), que no llegó ni al primer LP, quedando en “dualidad”, con el último en su papel y el primero llevando, además de la percusión, las voces; el segundo formaría más tarde Black Dice, otra joya de la experimentación más reciente. Sin embargo este grupo no empezó a ser conocido hasta la salida de su segundo LP Ride the Skies [Load, 2001], cuando la prensa musical independiente americana recayó sobre una propuesta terriblemente radical, que sin embargo a mi juicio necesitaba de mejores medios para su exposición completa. Pero lo cierto es que el aplauso no fue generalizado hasta la llegada de Wonderful Rainbow [Load, 2003], que sería seguido sin tanta unanimidad con Hypermagic Mountain [Load 2005] (este fue el que acompañó en mis andanzas por la Toscana y cercanías). Sobre estos dos últimos versará esta crítica, rompiendo un poco la línea de los artículos anteriores, pero es que me resulta bastante difícil hacer una división clara y evidente entre dos discos que, aunque con muchas diferencias, plantean bastantes ideas en común. Son terriblemente distintos, pero definir a este combo en la línea de uno de estos dos sería algo realmente incompleto, ambos ofrecen dos versiones muy distintas de lo que los chicos de Rhode Island son capaces de hacer.

Wonderful Rainbow presenta la cara más amable y cercana del grupo, si es que ésta existe, y por tanto la más rayana en el pop. Esto no es difícil de conseguir, sólo hace falta ser un poco melódico. El disco comienza con “Hello Morning”, tema de simple y pura introducción que sirve a Gibson pasa afinar su bajo y a Chippendale para calentar los músculos para la que se le viene encima. Y ni siquiera nos dejan un minuto para inundar los altavoces con “Assasins”, digamos que este tema es la carta de presentación del disco: bajo hiperdistorsionado haciendo las veces de guitarra en los agudos, batería con ritmos entre el free-jazz más enloquecido y el punk más insultante, que ordena un discurso melódico repetitivo poniéndole acentos; y una voz también distorsionada en exceso que más que cantar o declamar, ladra y aulla letras completamente incomprensibles entre tanto follón. A partir de aquí la media hora larga siguiente se convierte en puro alarde de inventiva y de explotación de esta fórmula. Pero esto no debe engañarnos, estos chicos saben lo que hacen y cómo darle una vuelta de tuerca más a su invento, eso si, no esperen facilidades. Eso se descubre en cuanto el ritmo quebrado de “Dracula Mountain” entra en escena con su versión hiperdecibeliada y completamente descontextualizada de ritmos balcánicos, música gitana como nunca sonó. Este es el tema sobre el que más peso puso la crítica en su momento, y su jaleo llegó a oídos de los Muse que hicieron una versión de la que sólo se tiene una grabación en directo que circula por la Red.

Con estos tres temas se cierra una primera parte del disco, y “Two Towers” abre la siguiente, de un corte mucho más épico, con melodías y partes más localizadas y un discurso más claro; que ocupa igualmente a “On Fire” y a “Crown of Storms”. De la primera destaca su juego de partes contrapuestas, introducción con Gibson luciéndose como no lo hace en todo el disco, un centro repetitivo en que Chippendale demuestra que distinta puede sonar una melodía si le aplicas ritmos distintos, y un final en el que estalla toda la rabia punk que pueden sudar estos engendros. Para un servidor el tema más completo del disco. El segundo marca un riff de tono western (algo así como un guiño a Morricone) que se completa con una batería más ceñida al programa; y el tercero bebe del sonido más metalero, ritmo muy marcado y Chippendale declamando, para dar a una parte melódica final asombrosa.

Y sin dejarnos respirar entra “Longstockings” como genial y sobrecogedor empalme con la tercera parte del disco, donde llevarán la fórmula a su total deconstrucción. Al principio parece que el tema va a ser más de lo mismo, pero pasados los dos primeros minutos todo empieza a descontrolarse, primero la caja, luego la batería y después el bajo. Anarquía, no hay reglas, la fisura se ha abierto y desde el patrón que es lo mejor, también otro tema a recordar. Después viene el tema homónimo del disco, que sirve como remanso de paz para los oyentes a los que este ejercicio les supere, el bajo con una dulce melodía sincopada y Chippendale tarareando. Poco dura, “30.000 Monkeys” entra arrolladoramente, poniendo a toda pastilla una rítmica compleja con melodía también zíngara y un toque épico hacia el final. El disco se cierra con su tema más pesado, “Duel in the Deep”. Distorsión, bajo de death metal y una batería que entra poco a poco inundando y poseyendo el tema de un modo infernal; anunciando lo que habría de sonar 2 años después. Porque lo cierto es que, aunque no se lo crean, esto es sólo el principio. Wonderful Rainbow, ya lo dije, es el menos experimental y oscuro del binomio que nos ocupa.

Hypermagic Mountain es otra historia. Lo que era complacencia y melodía aquí se torna oscuro y complejo, el ruido se convierte en el amo y señor del disco y la melodía desaparece casi por completo, eso si, lo que aquí se conforma como punto cable es el sonido, mucho más conseguido en este caso. Y da la sensación de que todo iba a seguir igual, o al menos eso parecía decir “2morro Morro Land”, riff setentero de la mejor cosecha azotado por la batería de un Chippendale en estado de gracia, que nos devuelve a lo que estábamos, uno de los temas más aconsejables de este combo a mi juicio para los no-iniciados. Junto a este “Captain Caveman” y “Birdy” continúan con una línea que busca beber más del rock y del metal, con riffs de bajo bien definidos y estructura sin muchos giros. En este disco la raíz es distinta y lo demuestran desde el principio.

Pero a partir de “Riff Wraths” la cosa se complica, el sonido sucio y oscuro de bajo empieza a tomar el control y la batería lo mantiene con los morros en el suelo. Al llegar a “Megaghost” se confirma completamente. Se han acabado los juegos, es hora de ver hasta donde da de sí esto, aunando épica y vanguardia en un tema que comienza con voz y bajo acoplados al unísono durante unos instantes antes de iniciar un latrocinio que va tomando forma poco a poco, para cambiar a los 3 minutos y medio y meter ritmos africanos en una mezcla que se desestructura por momentos para dar a parar a un final sin solución de continuidad; un tema de factura compleja y progresión bien ideada. Siguiendo con ejercicios, “Magic Mountain” nos pone escalas ascendentes que suben sin cesar acumulando la tensión hasta estallar, repetición del patrón y fin.

Y cuando creíamos que ya teníamos suficiente llega la joya, “Dead Cowboy”. Es imposible explicar de forma completa todo lo que este tema me sugiere. Sin duda es el tema más épico que estos desgraciados han parido, pero también es más completo y sólido, partes bien definidas por un virtuosismo que se nos escapa por momentos pero que sabe perfectamente lo que hace. A mi me pilló llegando a Madrid para coger el avión y desde entonces no escuche otra cosa en todo el viaje. Para empezar la estructura de riff de guitarra de ritmo en 4/4 sobre la que se va imponiendo poco a poco el bajo, que se imbrica perfectamente con la letra, un alegato en contra de la intervención de Bush en Afganistán. Tras unas notas de paso disonantes y la repetición del esquema, se llega al luminoso punto intermedio que nos lleva a la segunda parte del tema, en la que Gibson reinventa completamente el metal y hardcore a partes iguales. Ahora las fuerzas están equilibradas y el resultado es colosal; Chippendale está indescriptiblemente agudo con una caja que sólo puede provocar desmayo. Rompiendo todas las terminologías posibles, el jazz, el metal, el rock progresivo y el punk más enfermizo se aunan de una forma inimaginable. Junto con el tema de entrada, el que más se acerca al concepto del disco anterior.

Pero al disco le queda aún casi media hora. Tras quedarnos un poco atontados con lo que acaba de pasar, Lightning Bolt sigue ahondando. “Bizarro Zarro Land” nos presenta la otra cara de la moneda, la de un virtuosismo que no interviene junto sino que entra en competencia y que se extenderá a lo largo de los 3 temas siguientes; típico tema metalero de duelo que nos ofrece a estos dos muchachos completamente fuera de sí. “Mohawk Windmill” continúa en esta línea aunque con una definición más épica, dando el corte más largo del disco y puede que el menos conseguido a mi juicio, a los amantes del metal seguro que les agradará algo más. “Bizarro Bike” entra con Chippendale despotricando, para ofrecer el tercer acto de un combate que aquí está completamente desestructurado con un bajo esquizofrénico que se cree una guitarra (¿cómo se puede hacer eso con cuerdas tan gruesas? Esa es la cuestión).

Para finalizar dos temas, antítesis el uno del otro, que rompen completamente cualquier idea de estructura en el disco. El primero “Infinity Farm” tema acople que funciona como “Wonderful Rainbow” en su disco homónimo, la batería se calla para dejar un remanso de paz de pura armonía que sólo queda un poco zarandeado por unos acoples agudos que poco a poco van devolviéndonos a la locura y que Chippindale refrenda calentado motores; porque queda como postre “No Rest for the Obsessed” el último desmelene que acaba fracturado por un silencio que llega sin avisar y que nos deja sentados con los ojos como platos y un tanto confusos a causa del agotamiento.

Sin duda estos dos discos, cada uno a su modo, son reflejos de un proyecto sonoro único. Si bien es cierto que el tándem batería-bajo ya se alzó con éxito en tierra niponas con el fantástico combo Ruins, aquí las fuentes no son las mismas ni su aplicación tampoco. Lightning Bolt bebe del hardcore llevándolo a puntos que ni siquiera el post-hardcore más vanguardista consigue alcanzar. Esta dependencia se observa en el recurso melódico, al que deben agarrarse como un clavo ardiendo si quieren meterse estos dos discos entre pecho y espalda; concretamente la exposición se ciñe mucho al esquema rítmico, dibujando estructuras que recuerdan (y no soy el primero que lo dice) a Slint. Pero esto de post-rock tiene poco, demasiado visionario para ponerle etiquetas. Además estos chavales están impregnados de metal, lo que se demuestra en dos cosas, su arrollador sonido y su virtuosismo, ambas son piezas esenciales de su discurso; tanto que llegan a ser su única baza en muchos casos, sobre todo en Hypermagic Mountain. En cuanto a la actitud, destilan dejadez y transgresión punk por los cuatros costados (y no sólo en el sonido de batería asediada por los platos), esto se ve muy claramente en su forma de hacer directos, aspecto que han reformado quitando el escenario y poniéndose a la altura del público, que les rodea durante la velada; creando una mixtura entre una rave y un concierto de punk bastante curiosa. En definitiva un grupo con un proyecto estético total (porque las portadas son también obra Chippendale) del que Carducci estaría realmente orgulloso, siendo el combo de rock experimental actual que menos depende de medios más allá de los instrumentos, no todo es electrónica. Estando esto que se quite el decadente rock “indie” que nos rodea, esto si que destila algo que ya muy pocos saben conseguir, autenticidad. Sin duda, una de las grandes aportaciones a la postmodernidad musical que ha dado el rock.

Esta crítica no es más que un acto de exorcismo. Me es imposible recomendar estos discos, porque no creo que mucha gente pueda disfrutarlos, hay que estar demasiado enfermo. Si se atreven les diré que su escucha es realmente dura, tortuosa y espesa, más en el segundo caso que en el primero, pero si les gusta ya seremos dos. Eso sí, como les convenza no podrán parar de escucharlos.

[P.S: Saludos y disculpas por la tardanza en esta entrega, las navidades, los exámenes y sus movidas asociadas han tenido la culpa. Hasta más leer.]

[P.S. 2: Lo siento pero no puedo poner las portadas por problemas técnicos]

domingo, 3 de diciembre de 2006

My Bloody Valentine – Loveless [Creation, 1991]

El 5 de noviembre de 1991 salió a la venta el que sería el segundo y último disco de My Bloody Valentine, con el que se cumplían los designios de un disco maldito. Loveless [Creation, 1991] era su nombre, y pasó a ser directamente una de las obras más completas e imprescindibles de la música independiente de los 90 y el disco más importante de la escena noise-pop de la shoegaze (rama caracterizada por una gran densidad sonora que recibe su nombre de la forma de tocar de lo grupos, mirándose los zapatos a causa de los múltiples pedales de distorsión con los que trabajaban). Pero con él también cayó una de las propuestas más importantes de la historia del rock, la de un grupo que se adelantó en sólo dos LPs a toda la producción experimental de 15 años. Porque, es cierto, han pasado ya, pero el legado musical que esta obra dejó permanece aún vigente. Es momento de echar la vista atrás, por eso de los múltiplos de 5, y reflexionar un poco sobre el papel que jugó tan descomunal obra en la escena de su momento.

Loveless sin duda es un disco que se encuentra en una fisura, una falla entre dos periodos en la que el cambio generacional, a nivel musical, de los 90 estaba gestándose aún en Gran Bretaña, y que daría como fruto todo el pastiche del brit-pop. El grupo irlandés surgió en el año 84 (gran fecha por otras razones), un año después el Psychocandy [Blanco y Negro, 1985] de The Jesus & Mary Chain haría estragos con una fórmula que marcaría todo el sonido independiente de la segunda mitad de los 80, extendiendo al pop lo que Sonic Youth ya hacía con su rock experimental y visceral en USA, por supuesto estoy hablando del discurso noise. Sin embargo, durante la segunda mitad de los 80, esta línea estaba solidificándose y madurando, para acabar en los 90 encontrándose con un enemigo que la acabaría relegando al mundo más underground, a este se le llamaría brit-pop. Pero antes de que tal fatalidad se produjera, nuestro disco aportó la mayor y más duradera obra del pop británico reciente. My Bloody Valentine tiene una historia terriblemente particular, que ha dejado una leyenda y un mito de grupo maldito, que se inmoló en el que posiblemente sea el mejor disco de los noventa (en compañía de invitados de lujo como Laughing Stock [Polydor, 1991] de Talk Talk que recurrieron a la misma práctica, u OK Computer [Capitol, 1997] de Radiohead, por decir algunos).

Tras una serie de EP’s de poca acogida, los dublineses comenzaron a hacerse escuchar con la salida de su primer LP Isn’t Anything [Creation, 1988] en 1988, que quedó como un clásico del noise pop y abrió el camino de la shoegaze. El sello Creation sería su medio de difusión a partir se su radicación en Londres, siendo su principal apuesta y, a la postre, su condenación (por un tiempo, ya que volvería a levantar el vuelo con el fenómeno Oasis). Recién acabada esta primera y brillante aportación y los bolos de promoción, Kevin Shield (la cabeza pensante del invento), Blinda Butcher (la espectral voz femenina) y Colm O’Ciossoig (cofundador con el primero), apoyados ahora por un nuevo bajista (Dave Conway) y una teclista (Tina), se embarcaron sin demora en el que sería su proyecto más ambicioso. No es difícil darse cuenta del espacio temporal que separó a ambos discos, más de dos años fueron necesarios para su realización, se ha hablado del perfeccionismo exacerbado de Shields como causa de esto. Su búsqueda del “sonido perfecto” le costó a la discográfica la bancarrota total, ya que el coste ascendió a unas 200.000 libras (el disco más caro de la historia del rock en cuanto a producción), a la vez que supuso, a la vista de lo acaecido posteriormente, el agotamiento de este gran combo, que nunca más volvería reunirse en un estudio de grabación.

Pero el resultado mereció la pena, al menos a juicio de los oyentes. Loveless es la obra culmen de todo un periodo, el del indie británico de los ochenta, pero también abre el camino a todo un panorama de posibilidades que en la rama más experimental del rock aún tiene una vigencia asombrosa. Como característica esencial habría que hablar de su sonido, este disco resulta completamente inimitable en ese sentido. El motivo, la producción, no creo equivocarme al decir que este disco posiblemente el mejor producido de su década, en tanto no se encontraran cosas comparables hasta mucho después, además de que supuso el inicio en cierto sentido de una revalorización de la guitarra eléctrica como instrumento, adquiriendo una línea más tendente al sampleado (a nivel funcional). Rompe con el discurso pop típico, pero a causa de una quiebra formal, (o de medios por decirlo de otra manera) en contenido estamos ante un disco de pop británico con una denominación de origen indudable (o lo que es decir melodía principal, coros, acompañamientos, etc.) Esto no debe confundirnos, Jesús & Mary Chains ya introducían “ruiditos” en sus discos, si, pero la saturación que aquí se percibe hace difícilmente comprensible el núcleo duro melódico, la superposición hace la escucha mucho más rica y compleja. Aquí ya no se diferencia los instrumentos, todo constituye un magma sobre el que intentan sobresalir la batería y la voz y las pinceladas del órgano, sin conseguirlo. Todo funciona como un todo indisoluble e igualitario.

Pero si algo sorprende de este disco es su estructura. Dudo seriamente sobre que la disposición de los temas esté intencionada, pero hay que hacer notar el uso de un recurso que aquí esta empleado brillantemente, los puentes de unión entre los temas. En cuanto a este aspecto se podría dividir el disco en tres partes, siendo la primera la que va desde el arrollador y desbordante comienzo de “Only Shallow” hasta “When You Sleep” con su melodía cargada de añoranza (abarca por tanto los 5 primeros temas). Esta parte destaca por sonar toda ella de corrido, sin solución de continuidad. Esto podría parecer algo normal, pero lo interesante es como se consigue. No se hará a través de los medios típicos del progresivo clásico de hacer temas increíblemente largos divididos en “movimientos”, o por el simple empalme de un tema con en siguiente sin silencio mediador. Aquí el discurso se nos presenta roto. Al final de los temas la línea melódica se pierde para dar paso a juegos de experimentación a cargo de la electrónica. Lo impresionante es el modo en consiguieron tan fantástica unidad, siendo los temas tan distintos entre si y aún más los puentes experimentales entre los mismos. Resulta casi milagroso el resultado final. En cuanto a la segunda parte, que iría desde “I Only Said” hasta “Blown a Wish”, los temas si se nos presentan bajo la fórmula de producción clásica, exposición culminada, simplemente apagada progresivamente, o empalmada con el tema siguiente. Una tercera la constituirían los dos últimos temas, “What You Want” y “Soon”, en los que se vuelve a repetir el mismo recurso de unión que en la primera parte del disco, como recordatorio.

A un nivel más particular y dejando consideraciones tan generales, hay que decir que a mi juicio resulta imposible distinguir unos temas de mejor factura que otros. Vuelvo a hacer hincapié en la idea de que este disco es soberbio en toda su extensión, sin aflojar en sus 48 minutos y medio. Considerar unos temas mejores que otros sólo es posible por el gusto del oyente individual, y por los azares y avatares que rodeen su vida diaria. Lo que si es digno de reseñar es la fuerte carga emocional del disco. Aunque esta característica es propia de My Bloody Valentine y parte de su estilo tan particular; y así lo demostraban en un disco emocionalmente tan complejo como es el ya mencionado Isn’t Anything. Sin embargo la congoja, oscuridad y tormento de éste se ven más paliados en su segunda obra por un tono más complaciente. La despedida de Shields y compañía se hace con un discurso que trasmite más añoranza y buenos recuerdos, que una existencia llena de autotortura y sinsentido. Puede que a eso contribuya su base en un magma más melódico y más florido y decorado no tan plagado de referencias o acercamientos a la atonalidad más severa de su primer LP (recordar “I’m Losing My Breath”)

Si hubiera que distinguir algunos temas o momentos sobre otros mencionaría a nivel particular la similitud entre los temas que abren y cierran el disco respectivamente (“Only a Shallow” y “Soon”) que funcionan de una manera similar. El principio de este disco, tan arrollador y energético para luego embarcarnos en la concepción tan deprimente que del ejercicio musical tienes estos dublineses, no encuentra su par hasta el final con una descarga de rítmica sampleda y batería que da orden al magma sonoro general (una mixtura espectacular). Otros temas que se basan en una línea de guitarras más pesada y cercana a propuestas del rock serían por ejemplo “Come in Alone” o “When You Sleep”, sin embargo son sólo apariencias ya que estos chicos siempre saben volver al pop que es lo que mejor saben hacer, pero estos juegos no dejan de ser deliciosos. Para mi merece una mención especial “What You Want”, penúltimo de los 11 temas, una sólida batería y una guitarra enfermiza y rabiosa intentan doblegar a un órgano que canta su llanto haciéndose escuchar como puede, siendo remplazado por la voz en las partes cantadas, simplemente magistral y prodigioso. En otro orden estarían temas más cercanos al dream-pop como la fantástica “I Only Said”, donde el órgano vuelve a tomar un papel preponderante llevando una segunda melodía; la onírica y fascinante “To Here Knows Where” donde el grupo consigue un sonido fantástico y en el que la guitarra se nos presenta totalmente desarticulada, la melodía es difícilmente llevada por la voz y apoyada débilmente por un órgano repetitivo que incita al trance; o “Blown a Wish” una gema de perfecta factura y gran carga emotiva. “Sometimes” es posiblemente el tema más deprimente y a la vez el más famoso por aparecer en la banda sonora de esa joya del cine independiente y mejor película llamada “Lost in Translation” (de la que Shields compone gran parte). En otro nivel estaría “Touched” el tema más experimental del disco, y única pista rubricada por O’Ciossoig.

Sin embargo dicho todo esto hay que ser francos. Loveless no se deja atrapar por convencionalismos ni por clichés críticos, todo lo dicho aquí es perfectamente rebatible, ya que la grandeza de este disco radica en su amplitud de miras. La experiencia de escuchar este disco no es encorsetable en estilos, escenas o la categoría que queramos emplear. Sin embargo quisiera poner algunas ideas sobre el papel (o la pantalla en este caso). Se ha discutido mucho sobre el papel de este disco en el post-rock, por dos cuestiones, una estilística y otra temporal. La primera creo que ha quedado bastante bien expuesta, y radica principalmente en su distancia de la escena de su tiempo y en la posterior vinculada al noise-pop y a la shoegaze. En este sentido, hay que decir que en lo Estados Unidos estaban Pavement, reivindicando la unión del sonido hardcore y su combinación con una fuerte carga melódica, que se terminaría de solidificar en su magistral Slanted and Encahnted [Matador, 1992]; o Mercury Rev dando una paleta de color y de lisergia unida a un pop salido de la nada con una obra maestra del noise-pop y de la neo-psicodelia a partes iguales como fue Yerself is Steam [Columbia, 1991], puede que el Frigid Star [Sub Pop, 1990] de Codeine se acercara más con cierto éxito, al menos emocionalmente, pero adentrándose en otros campos más intimistas y oscuros, que, a mi juicio, ya el Isn’t Anything había trillado sobradamente. Pero ya sea por su filiación británica (en cuanto a producción y difusión principalmente, aunque también en estilo) o por su carácter único e irrepetible, los de Dublín plantearon cambios similares con más prontitud y más rotundidad. Sin embargo, ni siquiera en tierra patria la competencia surgía de bandas tan importantes como Slowdive con su fantástico Souvlaki [SBK, 1993], que adoptaron una línea no tan densa sonoramente y más emotiva. En cuanto a la producción de esta rama más indagadora y efectista, se puede decir que no ha llegado a un grado tan logrado de factura, si bien ha proporcionado discos notables como el Shot for Self Living [Def American, 1992] de los americanos Medicine. En este punto el único disco que se le podría acercar sería el Lazer Guided Melodies [RCA, 1992] de Spritualized, una joya del género con un contenido que ya estaba lindando con otras inquietudes más psicodélicas que la separan de las anteriores por una cuestión de estilo, pero cuyo uso de los recursos sonoros y su combinación con la melodía la vincula mucho con el disco que nos ocupa.

Pero además de su distancia también influye lo adelantado y arriesgado de su propuesta. Su planteamiento es novedoso en general, no sólo a la luz de una determinada óptica y escena. Loveless es uno de los grandes discos experimentales jamás grabados, e indispensable para comprender la rama experimental más sólida de los 90, por supuesto me refiero al post-rock. Sin embargo no diré que este disco pertenece a esta rama; porque no participa de la línea de movimiento y fricción con lo establecido que caracterizó la obra de Bark Psychosis, Disco Inferno o Tortoise, que supusieron una reacción contra una industria terriblemente ceñida al programa y que pretendía perpetuarse a través de nuevos productos más adaptados a una nueva generación, que recurrieran a los mismos tópicos que se venían repitiendo desde los 60 y 70. Esos tres grupos y muchos más lucharon contra monolitos como el grunge o el brit-pop, My Bloody Valentine murió con el cambio de generación. Y no sería el único. Otros dos grupos al menos, junto con el combo irlandés, serían también víctimas de este cambio y serían bautizados como los primeros grupos de post-rock según la crítica, por supuesto me refiero a Slint y Talk Talk. 1991 dio (a parte del Nevermind [DCG, 1991]) a la historia del rock dos discos, Spiderland [Touch & Go, 1991] y Laughing Stock, auténticas catedrales de las nuevas motivaciones que marcarían la línea más innovadora y especulativa del rock y el pop de los 90. No entraré en analizar hasta que punto ambos discos son o no post-rock (para ello aventuro aproximaciones particulares en cada caso), pero lo que si es cierto es que con respecto a la obra que nos ocupa, estas dos no estaban articuladas en una escena, su discurso fue fruto de la digresión de elementos anteriores gestando en última instancia algo nunca antes escuchado. My Bloody Valentine estaban imbuidos en una corriente de más amplio espectro, como se vio más arriba, y en este consiguieron lo que nadie había hecho antes. Cabe decir que Loveless comparte la misma suerte que las otras dos, además de su noción del riesgo culminado con una innovación sin precedentes, pero puede que su filiación a un panorama musical concreto haga más difícil creer que este disco jugara un papel similar al de los anteriores para cierta parte de la crítica. Sin este disco difícilmente podría entenderse muchas de las propuestas del post-rock, y su influencia en grupos de la zaga de Disco Inferno en Technicolour [Rouge Trade, 1996], en el sonido de Young Team [Jetset, 1997] de Mogwai, o la producción más reciente de Fly Pan Am en N’Ecoutez Pas [Constellation, 2004] es abrumadora y determinante. Así no diré que este disco participa de la escena, pero si que influyó directamente en algunas de sus propuestas.

En definitiva son muchas las cosas que se pueden decir de un disco de tanta calidad y trascendencia. Espero que estas líneas sirvan para acercar esta obra a los lectores que den a parar aquí y se detengan, y para aportar a los iniciados un enfoque diferente del que sacar cosas nuevas a un disco que sin duda tendrán muy trillado, pero nunca lo suficiente. Disfrútenlo como mejor puedan y sepan.

lunes, 13 de noviembre de 2006

Fly Pan Am “N’Ecoutez Pas” [Constellation 31, 2004]

Dentro de un panorama musical en el que la mayor parte de las producciones de pop independiente están cubiertas con grupos de un enfoque directamente comercial, el sello Constellation ha dejado, y sigue dejando, su marca de transgresión, riesgo e innovación apostando por nuevas fórmulas e ideas. Es de sobra conocido que Canadá se ha configurado solidamente como la nacionalidad de la nueva vanguardia en el pop (a través de producciones aisladas y de difusión en muchos casos insuficiente), sobre todo a raíz de los trabajos asociados al post-rock realizados desde 1999 en adelante, y en el que se incluyen varios grupos desde Godspeed You Black Emperor! hasta los más comerciales Arcade Fire (si es que se puede intoducir este último en la etiqueta).

El caso de Fly Pan Am es distinto, en tanto se ha desmarcado con una propuesta vanguardista con un discurso propio difícilmente asociable a las formaciones actuales de su entorno, y en tanto ha sufrido una evolución creativa mucho más profunda y rica. El grupo, para los que no los conozcan, es uno de los proyectos paralelos del colectivo Godspeed You Black Emperor! Si bien en un principio tenía un estilo muy parecido a éste como se percibe en su primer disco homónimo (Fly Pan Am [Constellation 8]), el disco que nos ocupa nos muestra un grupo que no parece el mismo. De hecho con N’Ecoutez Pas [Constellation 31] Fly Pan Am ha conseguido una solvencia que no conocía. Puede que este cambio tenga relación con la ruptura amistosa de Roger Tellier-Craig con GYBE!, que ha supuesto un parón en el trabajo del colectivo canadiense, tras el polémico Yanqui U.X.O. [Constellation 24] para centrarse más en su trabajo con esta banda. En cualquier caso, el resultado ha sido el de un disco completamente inclasificable e irrepetible.

Con una unidad estilística pasmosa esta obra (de título terríblemente irónico “No escucheis”) fusiona prácticamente todas las ramas del rock/pop experimental desde Frank Zappa hasta My Bloody Valentine, encontrando en él semblanzas de los primeros discos de Pink Floyd, de los juegos pirotécnicos del kraut-rock (principalmente de Faust, aunque también se observan aspectos de Can o Neu!), de un lenguaje noise enfermizo propio de Sonic Youth, y de la profundidad y densidad sonora de la shoegaze en su conjunto. Musica concreta, samplers, guitarras saturadas hasta el extremo y secciones de electrónica experimental crean una atmósfera general que pasa por diversos estados de ánimo, incitando al oyente a entrar en un viaje lleno de altibajos, de momentos luminosos, de pesadillas, pasiones y neuras que se presenta terriblemente encriptado. Esto se consigue con una estructura endiablada, fruto de un proceso de posproducción muy denso, que se desarrolla a través de diversos temas con peso específico como “Brulez Suivant, Suivante!” que abre el LP, el arrollador y ya clásico “Autant Zig-Zag”, un rockero “Pas à Pas Step Until”, o el minimalista “Très Très “Retro””, separados por pequeñas piezas de música concreta y sampleado que hacen la función de puente entre éstos, todo ello rematado con una sección final de mayor solidez que constituyen los tres últimos temas (entre los que destaca el onírico “Vos Rêves Revers”) que van acelerando el disco hacia un final sin solución de continuidad que finaliza con la pregunta clave “Mais papa, c'est quoi le Fly Pan Am? - Oui papa ! C'est quoi ?” (“Pero papá, ¿qué es le Fly Pan Am?- ¡Si papa! ¿Qué es?)

Aunque esta duda, enunciada aquí por dos niñas, no tiene fácil respuesta, lo cierto es que, curiosamente estamos ante un disco que en la primera escucha resulta totalmente inconexo, pero que en audiciones sucesivas adquiere forma en la psique del oyente, abriéndole todo un horizonte de sentido que atrapa por su rotundidad y su carácter explícito. Además es un disco que no propone una visión única, sino que funciona a modo de collage sonoro pero a un tamaño mural, en el que la atención del oyente puede centrarse en diversos aspectos. En este sentido hay que decir que el juego tímbrico puede que sea lo más conseguido, ya que sus melodías repetitivas se decoran con una paleta de colores extraordinaria, obtenida por la propia base de la guitarras distorsionadas y por un samplaedo empleado brillantemente (en esto el caso más representativo es “Autant Zig-Zag”, el tercer tema, que sin duda funciona como pieza central del disco, en la recae el mayor juego de posibilidades creativas) Aún así no estamos en absoluto ante un disco anárquico, muy al contrario, tanto a nivel general como particular se intenta mantener una unidad, puede que no estilística, pero si conceptual.

Se ha llegado a considerar a este disco como dentro del post-rock, en esto prefiero no opinar ya que este término cada vez esta más vacío de contenido y presenta problemas cada vez más serios, pero esas son otras historias. Si es cierto que participa de muchos de los aspectos de este “estilo”, pero entiendo que su propuesta es demasiado arriesgada y amplia como para ser encasillada tan fácilmente. En definitiva se trata de un disco muy complejo no recomendable para oídos no iniciados en las exquisiteces y neuras del rock experimental, pero que reta a todo oyente a introducirse en su particular visión del ejercicio musical por la que estos dos últimos años no han pasado en absoluto factura, ya que ha dejado el listón muy alto a posibles sucesores. Una obra maestra indiscutible aunque poco difundida.







PD: Dato curioso. Amazon lo consideró el mejor disco del 2004.

Declaración de principios

En estos dias en Salamanca me ha surgido una mayor inquietud por escribir y dar a conocer, de la forma en que me sea posible, mis opiniones musicales con miras mayormente a poner en orden mis ideas al respecto de ciertos estilos, grupos, artistas y producciones; y no tanto a emitirlas de un modo formal. De ahí surgió la idea de este blog, una ventana que comunica internet con mis sórdidos pensamientos..., de ahí que no pretenda ser demasiado técnico salvo si me veo en la obligación. Lo quiero enfocar mayormente como un ejercico expriemental, y como tal todos ustedes, visitantes conocidos, desconocidos o reconocidos tienen total derecho a echar por tierra todo lo que aquí se escriba; de tal modo que pueda servir como foro para que ideas varias, sugerencias y comentarios confluyan, a la vez que se muestre como punto de encuentro de opiniones diversas.

Uno de los puntos esenciales en la estructura de este blog será el de comentar discos, a modo de pequeñas reseñas; aunque puede que caiga algún que otro artículo de carácter más global. En esto prefiero no pillarme los dedos con estructuras de ninguna clase ya que no tengo muy claros mis protocolos (que rimbombante suena esto) al respecto. Siempre serán, eso si sobre discos o grupos que me interesen especialmente por la razón que sea, aunque estoy abierto a sugerencias.

Esto último me obliga a hablar de mis intereses. Estos se centran (mi propio seudónimo lo indica) en el post-rock como corriente y en todas las formas que con el se relacionan, (principalmente el propio rock aunque más en su vena expermental, el pop actual, el jazz en algunas de su múltiples facetas, la música electrónica, etc.) ahondando y buscando siempre lo desconcertante y admirable del buen ejercico musical esté donde esté. No quiero aún así ser pretencioso, ya que soy el primero en darme cuenta de la particularidad y tendenciosidad de lo que pueda decir o escribir. Sólo quiero que aquí se muestren mis errores, mis virtudes, mis carencias y mis aciertos como un fondo del que sacar lo mejor y desechar, siempre que se pueda, lo peor.

En cuanto al nombre del blog, surgió de un regalo. Pero realmente creo que quien quiera unirse a esta pequeña empresa entrará en esa descripción, al menos yo me incluyo orgullosamente en ella. Por si acaso dejaré unas ideas, a modo de decálogo que nos caracterizan a los oídos inquietos:

Escuchar antes de hablar

No romper el silencio a menos que sea necesario.

Procurar siempre hacer el menor ruido posible.

Disfrutar del sonido se exprese como se exprese.

Estar abierto a nuevas fórmulas.

Gozar con la música dejando a un lado el raciocinio.

Tener los oídos abiertos y atentos.

Conocer los gustos musicales propios y ser crítico con ellos.

Investigar sin dejarse apabullar por la grandeza de la música.

Pararse una vez al día a escuchar por gusto, sin motivación alguna.


Puede que alguno se encuentre en algún punto o en varios a ser posible, ni siquiera yo poseo los diez, pero eso lo dejo para sus conciencias. En cualquier caso sean bienvenidos a este rincón apartado del mundanal ruido, y adentrense en él cuanto y como gusten.